ESCUELA
MODERNA FRANCESA DE FREINET
Con
respecto al propio pedagogo francés, podemos concluir que es indudable que Freinet no se considera un teórico de la
educación, pues en varias ocasiones afirma
que los significados los ha sacado de la práctica; progresa, por tanto, no de
la teoría a la práctica, sino de la
práctica a la teoría. Sin embargo, hay varios presupuestos que fundamentan su pensamiento
pedagógico y que garantizan su coherencia
interna.
Podemos
afirmar, junto a Palacios que “Freinet caracteriza toda otra etapa del movimiento de la Escuela Nueva ; estamos convencidos de que la figura de Freinet, así como su práctica pedagógica,
señalan un punto de madurez para nosotros
indiscutible…; el estudio de Freinet es insoslayable”.
Su
mayor contribución pedagógica la constituyó su visión del niño, del trabajo y de la sociedad como elementos indisociables
y complementarios en el contexto educativo:
Hoy en día aquel maestro que se incline por llevar a la práctica las ideas del maestro Freinet, hace hincapié en la
educación de valores como la democracia, la libertad de expresión, la comunicación, el
compromiso, la responsabilidad y el trabajo de equipo.
Con
relación al concepto de educador, hay que destacar que parece encerrar cierta ambigüedad, tanto en lo referente a su
rol como a su formación profesional. Si por
un lado precisa que “…no debemos cargar el acento sobre una reforma de los educadores…”, por otro señala que hay que
hacer mucho trabajo en el “…campo docente…
para alcanzar esta renovación de las bases de nuestra educación” y que se necesita “…un cambio radical en el espíritu
y en la concepción del papel del educador”
En
consecuencia, cuando “los educadores de la Escuela Moderna son ciudadanos responsables que sienten la
obligación de militar en todos los campos a favor de una sociedad nueva” y sienten la
necesidad de comprometerse políticamente
están unidos por un mismo ideal y son fieles al espíritu de la pedagogía freinetiana.
Freinet
une al niño con la vida, con su medio social, con los problemas que le atañen a él y su entorno. La escuela Freinet
es una escuela viva, continuación de la vida
familiar, de la vida del medio. La única forma de convertir la educación en una
preparación y puesta a punto para la
vida es ligarla con ésta, con sus problemas y realidades. No será una escuela anárquica en la que el
maestro no consiga mantener la necesaria
autoridad. Lo que habrá desaparecido de ella es, efectivamente, esa disciplina exterior y formal sin la que la
escuela actual sería el caos y la nada.
La
escuela tradicional se centraba en la materia que debía enseñar y en los programas que definían esta materia, la
precisaban y la jerarquizaban. La organización
escolar, los maestros y los alumnos debían someterse a sus exigencias. La
escuela de Freinet en cambio se concentra en el niño como miembro de la comunidad. Las técnicas que se deban dominar, las materias de
enseñanza, el sistema de adquisición,
las modalidades de la educación surgirán de las necesidades esenciales del niño en función de las necesidades de la
sociedad a la que pertenezca. Se trata de
un verdadero resurgimiento pedagógico, racional, eficaz y humano, que debe permitir al niño acceder a su destino de hombre
con la máxima potencia.
Freinet
dedicó su vida a crear una escuela distinta que interese a los niños, una escuela moderna adaptada a las necesidades del
sujeto, una escuela por la vida, para la vida por el trabajo. Establece una escuela
que da la palabra a los alumnos, una escuela
crítica, creativa y por tanto investigadora. Una escuela con un claro sentido de la formación integral de los niños.
«La escuela no debe desinteresarse de
la formación moral y cívica de los niños y niñas, pues esta formación no es
sólo necesaria, sino imprescindible, ya que sin ella no puede haber una
formación auténticamente humana».
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