EMILIO, EL SUJETO PEDAGÓGICO DE JEAN JACQUES ROUSSEAU
Sin embargo el eje conductor de su pedagogía descansa
en una paradoja: para lograr la socialización
plena del individuo hay que recluirlo o aislarlo de su realidad social.
Rousseau concibe su sociedad como “enferma” y la
“cura” consiste en sustraer de ella al niño para evitar sus influencias. El
niño Emilio deberá crecer en una particular armonía resultante de un equilibrio
entre sus sentimientos intuitivos, la razón reflexiva, el arte, la cultura y la
moral. La “educación curativa” que propone Jean Jacques reconcilia las inclinaciones
naturales con los deberes sociales. La cosmovisión que ofrece a su educando está
basada en el único libro que Emilio puede y debe leer: Robinson Crusoe.
La historia representa a un hombre solitario que sin la
influencia de otros hombres organiza sus conocimientos en función de la
naturaleza, la supervivencia y la razón.
Emilio debe identificarse con el personaje. Los
libros, según Rousseau, distorsionan la experiencia directa entre el hombre y
las cosas, atan a los hombres a la opinión de otros hombres, guían sus
creencias y sus acciones. Sólo Crusoe es el libro permitido durante la infancia
porque simboliza el ejemplo perfecto de un hombre que logra encontrarse y ser
él mismo, tal como deberá ser Emilio. A los ojos de sus críticos eclesiásticos contemporáneos,
ese único libro permitido debiera ser La Biblia. Jean Jacques, sin embargo, ha
encontrado en Crusoe una nueva Biblia. Emilio primero aprenderá que todos los
hombres son iguales, sin distinción de clase, nación o religión. Sólo cuando sus
sentidos estén lo suficientemente solidificados, Emilio podrá leer libros de
historia y comparar su vida con la de otros hombres, su pensamiento con los de
los demás y juzgar
las actuaciones de los nobles, los héroes o los
filósofos. La educación negativa está formulada para lograr en Emilio la
espontaneidad. Sus sentidos serán educados para desarrollar las matemáticas, la
física o la astronomía a partir de sus propias necesidades e inclinaciones
naturales. Los sentidos encaminaran su aprendizaje. El niño no debe recibir
órdenes que restrinjan su voluntad, él deberá hacer lo que desea, “pero sólo
debe desear lo que el tutor desea que haga”
Jean Jacques es consciente del nivel de utopía que
encierra la idea de hacer coincidir la felicidad individual con la colectiva,
pero lo voluntad general a la que refiere es la voluntad “democrática”,
sustentada en la aceptación del juego de mayorías y minorías.
El individuo acepta la regla democrática y permanece
libre porque acepta la legalidad de que una opinión diferente a la suya sea la
que regule su accionar. En tanto él, sigue siendo libre para pensar distinto y
seguir manifestándolo. Sin embargo esos derechos democráticos no son naturales,
provienen de un contrato que se irá estableciendo y transmitiendo
históricamente. ¿Cómo lograr hombres-ciudadanos para sellar un pacto social que
responda a la voluntad general? Esa es la pregunta a la que responde El
Emilio. La naturaleza hizo al hombre bruto, pero feliz
y bueno, la historia en cambio, lo volvió civilizado, pero infeliz, inmoral y
corrupto. En El contrato social aparece un nuevo sujeto histórico: “la voluntad
general”. Emilio representa un proyecto pedagógico de cuyo resultado emerge el
“ciudadano modelo” de una sociedad democrática, libre y establecida en función
de un pacto que responde a la voluntad general.
Las ideas roussonianas
revolucionaron el pensamiento en la política, en la filosofía y en la historia.
Así también contribuyeron al nacimiento de la pedagogía y la psicología evolutiva
en el siglo XX. Esas disciplinas, que se ocuparon de estudiar el desarrollo físico
y psíquico del niño y el adolescente, la influencia del medio, el rol del
adulto y las posibilidades educativas según cada niño y cada edad, tuvieron sin
duda en Rousseau un diamante en bruto para comenzar a pulir. La pedagogía es
una ciencia optimista, educar es ayudar al desenvolvimiento social de un otro.
Es función del educador darle herramientas a ese otro para entender el mundo.
El educador es clave en ese proceso y el preceptor Jean Jaques Rousseau lo
comprendió tempranamente.
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